I.
La carambola es un juego silencioso, pausado. No requiere de golpes grandilocuentes para lograr que las bolas de marfil choquen entre si, el paño bien aspirado y las bandas térmicas permiten que un golpe leve y un efecto puntual generen el roce necesario para hacer una carambola sencilla o una de tres bandas (según las reglas que hayan decidido los jugadores). En la Academia (billar ubicado en la colonia Narvarte), la mayoría de estas mesas están ocupadas por viejitos que siempre dejan de lado las carambolas sencillas, por lo menos se juega con una o dos bandas de por medio, después la de tres para hacer el rosario obligatorio (9 y 1 hasta completar las 50). Silencio
II.
Regularmente, los martes es el día que me reúno con Miguel para asistir a la Academia. Hablamos poco, cuando estamos en apuros con algún tiro intercambiamos miradas y luego un comentario sobre cómo podría efectuarse, finalmente cada quien decide, el otro observa y los nuevos comentarios quedan pendientes para el siguiente tiro. Desde alguna mesa cercana alguien observa y parece que se animará a decir algo pero no lo hace. Generalmente Miguel habla poco… en el billar muy poco.
III.
Si alguna condición guarda el conjunto de obras que ha reunido Miguel Monroy en Esfuerzo saludable, es la del silencio. Muchas veces las obras tienen una especie de autoreferencia o se vuelven una extensión de ellas mismas, reiteran un movimiento, un enunciado y luego se repliegan hacia el eje que las había impulsado hacia afuera. Pese a su primera e inmediata lectura, la obra no es un gesto. Es una complicada construcción de elementos que se intersectan para referirse al tiempo y a la transición de un estado a otro, transición que bien podría entenderse como una discontinuidad de lo que somos. Jugando con las palabras, podría decirse que la permanencia de los objetos está en dejar que su eje se convierta en una impermanencia, que haga evidente qué tan rápido algo se vuelve otro.
Un ventilador encendido genera el movimiento de un ventilador apagado, un globo inflado con gas levanta a uno inflado con aire para luego depositarse los dos sobre el piso. Con el movimiento de las típicas `lagartijas` Miguel exprime naranjas, en un video registra las vueltas que da sobre una calle que es un triángulo, luego desaparece y reitera su caminata. Unos niños en la playa esperan la siguiente ola para clavarse al mar. Delgados peces viven en una pecera fabricada especialmente para ellos.
IV.
Esfuerzo saludable, la primera exposición individual de miguel, se distancia en buena medida de los procesos y discursos que caracterizan a las generaciones de artistas jóvenes. Al no autoproclamarse como un artista conceptual, Miguel ha ind agado en una serie de soportes que se nos presentan como esculturas, fotografías, instalaciones y videos, piezas que ponen en juego su propia estabilidad y contienen un entramado de ideas-autocrítica, sólo de esa manera dejarán que se filtren nuevas relaciones. Se aleja de la reiteración de un tema, obliga a las piezas a definirse en su propio espacio, con sus propios materiales, a moverse a partir de mecanismos que le son propios. Si respeta la naturaleza de sus materiales es porque sabe que en ellos está la solución al problema que se ha planteado: solamente se comprime aire a sabiendas de que permitirá que la escultura pierda su condición estática, que sea ella misma su base y que, en algún momento, se reduzca a su forma mínima, que quepa en la bolsa del pantalón.
V.
El último martes que visitamos la Academia, el lugar estaba particularmente silencioso. Los jóvenes que regularmente juegan pool no estaban, la ausencia de sus gritos generaba una misteriosa y apacible tranquilidad.
Luis Felipe Ortega
marzo 2001
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